LA CONQUISTA DEL DESIERTO
Los conquistadores españoles sólo habían logrado realizar algunas exploraciones en el nordeste y el sur del actual territorio de nuestro país. Durante la etapa independentista y el período de la organización nacional, los pueblos aborígenes continuaron habitando esas regiones.
Las incursiones en el territorio indígena se intensificaron, posteriormente, durante la denominada Conquista del desierto. En 1879, cinco columnas del Ejército argentino al mando del general Roca, con un total de 6000 soldados, avanzaron desde la extensa línea de frontera con los indígenas hacia el río Negro y el denominado país de las manzanas (actual provincia del Neuquén), en la que se dio en llamar la Expedición al río Negro, que pasó a la historia como el momento más paradigmático de un prolongado y despiadado conflicto armado entre la sociedad blanca y los habitantes originarios de la Pampa y la Patagonia. Esta lucha –en la cual debe incluirse la llamada Conquista del Chaco– se extendió hasta 1885, cuando el cacique Sayhueque se rindió junto con su tribu en el fuerte de Junín de los Andes.
En lo que respecta a las sociedades indígenas, la Conquista del desierto provocó su desestructuración y, en gran medida, su eliminación. La población indígena estimada entre la Pampa y la Patagonia era de 20 mil personas. Las incursiones militares previas a la campaña, realizadas durante 1878, resultaron en la captura de tres caciques principales, cuatrocientos indígenas muertos y cuatro mil prisioneros. En 1879, según el Ministerio de Guerra y Marina,
las operaciones militares tuvieron como resultado un cacique principal muerto, cinco caciques principales prisioneros, 1113 combatientes indígenas muertos, 10 513 indígenas no combatientes prisioneros y 1049 indígenas reducidos, es decir, que se habían entregado voluntariamente.
El objetivo de la Conquista del desierto era que el Estado nacional ampliara su control territorial. En este sentido, los efectos inmediatos del avance militar fueron dos: la eliminación de las fronteras interiores y la consolidación de la soberanía territorial del país por medio de la incorporación efectiva de 550 000 km2. De esta forma, se completó la instauración de un orden político y social, y la formación del Estado y de sus instituciones.
Una de las consecuencias económicas más importantes del proceso de conquista fue el reparto especulativo de las nuevas tierras. Para financiar la campaña de 1879, el gobierno del presidente Nicolás Avellaneda suscribió un préstamo, que fue pagado mediante la entrega de propiedades en los territorios ocupados.
El avance de la sociedad blanca tomaría aun mayor impulso con la organización del Estado nacional argentino y su necesidad de extender la soberanía sobre estos territorios. Las campañas militares lideradas por Roca y otros líderes de ejércitos, diezmaron a los indígenas y la organización jurídico-administrativa de la región, cumplieron con este objetivo. En realidad, esos territorios ya habían sido imaginariamente apropiados por los blanco a través de una representación: la metáfora del “desierto”. Al igual que en el caso de la frontera en los Estados Unidos, la sociedad blanca construyo la imagen la imagen de que la región era un área despoblada porque, hasta ese momento, le había resultado difícil afinarse a ella. La idea del desierto también estimulaba la imagen de una extensa región que se ofrecía a la sociedad blanca para ser conquistada y ocupada.